miércoles, 4 de junio de 2008

La fe extraterrestre por Dixon Moya.

El director del Observatorio Astronómico Vaticano, sacerdote José Gabriel Funes, manifestó recientemente que la fe cristiana no necesariamente era contradictoria con la creencia de la vida extraterrestre. Posiblemente no sea una tesis revolucionaria, lo novedoso es que lo exprese un alto jerarca de la Iglesia Católica, tan refractaria y conservadora en diversas materias.

Arthur C. Clarke, el gran escritor fallecido hace poco tiempo, insinuaba en 2001: UNA ODISEA DEL ESPACIO, algún tipo de relación entre entidades ignotas del universo y nuestra propia evolución como especie inteligente. En alguna novela inédita del suscrito, que sigue en un cajón esperando la benevolencia de un editor y el pleno convencimiento de su autor, se esboza el ficticio desarrollo del catolicismo en una vertiente que se denominaría el Cristianismo Cósmico, el cual intentaría converger la explicación religiosa y racional del origen del hombre, cuyos postulados presentarían a Dios efectivamente como un ser tan poderoso, de conocimientos ilimitados que produjo o estimuló la evolución natural en nuestro planeta, es decir, no sólo Dios habría creado a los extraterrestres, en sí mismo sería uno, el mayor. Antes que se me adelante algún proceso de excomulgación, repito que sólo es un argumento, no muy elaborado, dentro de una narración ficticia.

Mientras escribo estas líneas, llega a mi correo electrónico uno de esos mensajes en cadena, sobre el hallazgo inquietante y misterioso en la Catedral de Salamanca, en alguno de sus incontables frisos, de la figura de un astronauta, incluso con los inequívocos surcos en las suelas de sus botas, lo cual parece inexplicable en una catedral que comenzó a ser construida en el año 1140. ¿Acaso tenemos la prueba gráfica de la relación entre la religión y el fenómeno extraterrestre? Esto me recuerda, a algunos autores que han vendido millones de textos, como Erich von Däniken, quien sostenía que algunos hallazgos arqueológicos de las culturas precolombinas, aludían a seres y situaciones cercanas a la tecnología espacial. En particular, las líneas de Nazca en Perú, el llamado Astronauta de Palenque, una estela de la cultura maya en México, así como una gran variedad de objetos de oro, de los pueblos que habitaron Colombia y que hoy reposan en el inmenso Museo del Oro en Bogotá, entre otros varias figuras que algunos juran son réplicas de aeronaves espaciales .

Por un lado, creo que es interesante abrir la mente a nuevos escenarios, sin perder obviamente el sentido crítico, sin crear nuevos fanatismos que generen mayores divisiones en el género humano. La posibilidad de relacionar la fe religiosa y la posibilidad de vida extraterrestre, incluso la vida microscópica en otros confines del universo, puede resultar un ejercicio intelectual provechoso. Sin perder la perspectiva, pues en ocasiones uno sólo observa lo que quiere ver. Porque volviendo al ejemplo de la Catedral de Salamanca, antes que alguien mejor informado, me corrija en efecto, en la Puerta de los Ramos hay un astronauta, pero eso tiene su explicación, pues se trató de un añadido durante la restauración llevada a cabo en 1993, durante los preparativos de la exposición Las Edades del Hombre, cuyo objetivo era hacer un homenaje a la carrera espacial, como logro alcanzado por el ser humano.

Así como quizás, las figuras del Museo del Oro, efectivamente sean peces y no naves espaciales, como quisiéramos suponer, lo que de todas formas podría originar alguna entretenida historia de ciencia-ficción, alejada de las verdades absolutas de la ciencia y la religión.

© Dixon Moya
26 de mayo de 2008

http://www.ciencia-ficcion.com/bienvenida.html

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