domingo, 24 de julio de 2011

ENTREVISTA PAUL PRESTON /JUAN CRUZ 17/07/2011


Su último libro, 'El holocausto español', produce escalofríos. Este británico ha convertido el estudio de nuestro siglo XX en su pasión. Aquí habla de su durísima infancia y del largo noviazgo con España.

Hablamos sobre el aspecto más grave de su preocupación como historiador de España: cómo este país de hermanos se convirtió, casi a mediados del siglo XX, en un territorio propicio para la Guerra Civil. Su libro El holocausto español (Debate) lleva un subtítulo que llena de escalofrío: Odio y exterminio en la Guerra Civil y después. No es un subrayado publicitario, eso pasó. En España hubo odio y luego hubo guerra, y se puede decir que la guerra siguió después por otros medios, hasta causar en este suelo que pisamos el terror político y social que amedrentó a los perdedores de la contienda durante más de cuarenta años de dictadura.

Preston había estudiado la historia de España de ese periodo (y después), se había ocupado de Franco, del Rey, de la Transición Ha desarrollado una extraordinaria labor desde la London School of Economics acerca de esas materias centrales en nuestra propia historia, pero jamás hasta ahora había tocado tan de cerca, tan en primeras personas, la tragedia de la guerra y la sorda y prolongada venganza de la posguerra. Y su labor de pesquisa, que ha recogido en ese volumen de más de ochocientas páginas, le ha dañado hasta el alma; en algún momento sintió la punzada de la perplejidad: cómo pudo llegar tan lejos el odio. Y su mujer se lo encontró llorando sobre los legajos que le sirvieron de base para esta historia, que en algún momento él mismo califica de inhumana

Pero, y además, ¿quién es Paul Preston? Ha hecho historia de nosotros, pero ¿y él mismo quién es? En esta conversación quisimos empezar por eso, para desembocar luego en esa historia nuestra que hace llorar. Hablamos en la cocina de su casa, en Londres. Al final, él mismo prepara un almuerzo frugal que tomamos mientras él sigue desgranando asuntos de su pasión, España. La pasión de un muchacho que sigue siendo del Everton, pero también de España.

¿Y su niñez cómo fue? ¿Cómo es su propia historia?

Tuve una niñez muy difícil. Mis padres eran de Liverpool, de clase obrera, y estaban muy enamorados. Cuando yo tenía año y medio, a mi madre le diagnosticaron una tuberculosis, y a mí también. La metieron en un sanatorio, y hasta que murió, cuando yo tenía nueve años, solo pude estar con ella los dos fines de semana que la dejaron salir. El resto del tiempo la veía a través de unas ventanas con rejas porque a mí también me estaban tratando la tuberculosis. Me llevaban los domingos a ese sanatorio, que estaba bastante lejos de Liverpool. Hablamos de los años cincuenta, en los que las comunicaciones eran bastante complicadas.

¿Qué queda de aquella enfermedad?

Todavía tengo sombras en los pulmones. En las pruebas previas a las operaciones que me han realizado, cuando veían las sombras siempre pensaban que tenía un cáncer, pero luego veían que eran manchas de hace mucho tiempo. A ella no la curaron, a mí sí.

¿Qué hacía su padre?

Él era mecánico en una compañía de remolques del puerto, un trabajador muy especializado y con mucha responsabilidad. Mi abuelo tuvo el mismo trabajo y a veces me llevaban en el barco. ¡Era alucinante! Mi padre era un hombre que podía hacer cualquier cosa práctica. Por ejemplo, podía construir un coche empezando por los tornillos; también era muy buen electricista, un excelente fontaneroCreo que debí de ser una gran desilusión para él porque yo no soy nada de eso. Tengo alguna habilidad con el bricolaje,eso es todo Cuando ingresaron a mi madre, me dejó con mi abuela y realmente eso fue lo que me salvó. Mis abuelos tenían unos 55 o 56 años y lo que menos querían era un bebé porque entonces esa edad eran muchos años, yjusto después de la Segunda Guerra Mundial, con todas aquellas estrecheces. Pero me cuidaron y no tuve más cariño que el suyo. Los quería enloquecidamente. Tenían una pequeña casa en la que vivíamos muchos.

¿Más hermanos?

No de este primer matrimonio. Luego le cuento el segundo matrimonio, es otra parte dura de la historia En la casa vivían mis tías con sus maridos, un hermano sordomudo de mi abuela Mi abuela era una mujer de carácter, graciosísima, no tenía nada de educación, dejó el colegio con once o doce años, y era cariñosísima, como mi abuelo. Cuando murió mi madre, mi padre se casó con otra mujer, e insistieron en que dejara de vivir con mis abuelos para irme con ellos. Su nueva mujer era muy guapa, pero también esquizofrénica y alcohólica. No lo detectamos al principio, pero a lo largo de los años nos hizo grandes putadas a mi padre y a mí. A mí me maltrató. Volví con ellos con diez años. Cuando cumplí catorce me largué de nuevo por mi cuenta y volví a vivir con mis abuelos. Fue muy jodido en muchos sentidos. Para llegar al colegio tenía que hacer un largo trayecto en autobús, luego un ferry y dos autobuses más. Tenía que salir a las seis y media de la mañana y no llegaba a casa hasta las seis de la tarde. Con tanto viaje me resultaba difícil mantener a los amigos o hacer nuevos. Cuando mi madrastra empezó a tener hijos, y tuvo cuatro, a mí me tenía como si fuera la chacha. Además, iba a un colegio católico durísimo, de una orden que luego ha tenido graves problemas con acusaciones de abusos. Quizá no era suficientemente guapo de niño porque de mí no abusaron, pero eran unos sádicos impresionantes

¿Qué colegio era?

El gran santo de los ingleses es san Eduardo y el colegio se llamaba así. Los monjes pertenecen a una orden llamada The Christian Brothers. Cada uno iba armado con una costilla de ballena forrada

¡Qué me dice!

Forrada con cuero. ¡Con eso te daban unas hostias, en la cara incluso! ¡Hacían unas burradas!

¿Le pegaron?

Sí, sí, claro. Como era el gracioso de la clase, me pegaron con mucha frecuencia Cuando volví con mis abuelos estuve tan feliz

¿Y no le resultaba traumático dejar a su padre?

Era tan infeliz Quería a mi padre, pero realmente no me conocía. De niño habíamos vivido en una casa alquilada, pero justo cuando mi madre entró en el sanatorio le asignaron una casa municipal en una nueva urbanización lejos de Liverpool. Él se fue a vivir allí y a preparar la casa pensando que de un momento a otro recuperaría a su mujer. Nunca pasó. Le veía muy de vez en cuando porque la casa de mis abuelos estaba muy lejos de la suya Era un hombre muy cuidadoso que trabajaba muchísimo. En sus días libres se dedicaba a reconstruir coches deportivos clásicos con un amigo. Ahí es cuando pasé muchas horas con él. Repintar los coches suponía limar la carrocería durantedías y días, y yo ayudaba de vez en cuando, aunque odiaba ese trabajo

A lo mejor ahí adquirió la paciencia del historiador, capaz de desplegar documentos como para llenar un estadio, y trabajar con ellos como un entomólogo, o un pintor de carrocerías antiguas

Es posible Le sigo contando. Como trabajaba también con lo de los coches, se compró una casa buena, pero con aquellos turnos dejaba toda la economía doméstica en manos de mi madrastra, hasta que descubrió que ella no había pagado las deudas durante años y que lo había empeñado todo. Claro, se arruinó. Luego se rehízo a base de trabajar, pero creo que aquello arruinó su salud. Murió a los 52 años, al poco de acabar yo la universidad.

No había publicado aún ningún libro.

No, no. Creo que ni había ido todavía a España. Estaba haciendo un máster con Hugh Thomas y me llamaron para decirme que mi padre estaba grave. Ya teníamos una buena relación. Llegué a tiempo para verle. Cuando de niño-adolescente vivía con él y con su segunda mujer, si yo le insinuaba algo de las putadas que nos hacía, ella, que era muy convincente, le decía: ¡Cómo le voy a hacer eso a un hijo!". Y él tendía a creer a su mujer. Debió de pensar que eran exageraciones o mentiras de un adolescente. Años después, cuando se dio cuenta, ya fue otra cosa.

¿Se separó?

No. Era muy católico. No era un beato, pero pensaba que si te casabas con alguien, pasara lo que pasara, era para toda la vida. Era de misa semanal. Mi abuela sí era beata, de misa diaria.

¿Cómo le marcaron esas dificultades de la infancia y la adolescencia?

Mi mujer siempre dice que tengo poco sentido de familia. Creo que la infancia me convirtió en alguien bastante independiente.

No en un solitario.

Es complicado. Lo medito mucho. Mi mujer me dice: ¡Tú que tienes tantos amigos!". No, tengo muy pocos amigos, tengo muchos conocidos. Y mi trabajo es totalmente solitario.

Como el de un monje.

Pues es curioso reflexionar sobre esto Tras un acto con Raymond Carr, yo preguntaba el otro día: ¿Cómo se puede hacer la biografía de un historiador?". Si ha hecho bien su trabajo, está sentado en su mesa, en una biblioteca o en un despacho, trabajando desde que se levanta hasta que se acuesta. En el caso de Carr (y estábamos presentando la biografía que de él ha hecho María Jesús González), ha tenido mucha vida social, se ha dedicado a la caza del zorro, se casó con una aristócrata, ha tenido otra vida Pero yo Qué vida he tenido yo para una biografía. No tengo vida fuera de mi familia, y mi familia son mi mujer y mis hijos Muchas veces me preguntan: ¿Cuál es su gran ambición para cuando se jubile?". Siempre les contesto, de coña: saber dónde va el autobús 134, que pasa por aquí.

Pero va mucho a España, por ejemplo.

Sí, pero ese es otro tema. Mi mujer es inglesa que nació en lo que hoy es Tanzania, y antes de que yo la encarcelara entre estas cuatro paredes viajaba muchísimo, por América, por África, por Australia Y a veces me dice: "¡Que quiero ver otro país!". Y yo le digo: Sí, pero es que hay trozos de España que aún no conozco.

España es su viaje.

Claro. Y un poco lo es también Italia. Mi matrimonio es con España. Italia ha sido una amante ocasional. Lo único que sé es la historia de España. Y no toda. La España del siglo XX.

¿Por qué decidió que el viaje era España?

Con diez o doce años, mi gran afición ya era hacer maquetas de los aviones de la Segunda Guerra Mundial, era bastante experto. En Oxford había muchas cosas que no me interesaban, pero me interesó muchísimo la guerra civil española. Yo no sabía nada de España, había leído El laberinto español, de Gerald Brenan, y el libro de Hugh Thomas sobre la guerra española, y poco más. Y no sabía español. Me dieron una beca para estudiar en Reading, con Hugh Thomas. Me fascinó. Un profesor que funcionaba maravillosamente en pequeños grupos. Hacía el papel de gran excéntrico y era muy divertido. Me hice muy amigo de él y luego fui su ayudante. Ahí empecé a leer sobre la Guerra Civil y me pareció ¡alucinante! Tenía muchas dudas sobre qué debía estudiar, y en la Guerra Civil estaba la gran cornucopia: ahí estaban Stalin, Hitler, Mussolini, Trotski, el anarquismo, el fascismo, el socialismo, la masonería, el movimiento obrero. Aprendí español leyendo un libro sobre los partidos monárquicos en la Segunda República, de Santiago Galindo Herrero, y me hice amigo de profesores, entre ellos el entonces muy joven Salvador Giner.

Y se fue a España.

A Arroyo de la Miel, en Málaga. ¡Un inglés que habla español!, gritaba la gente. Era cojonudo, porque apenas hablaba, balbuceaba; pero la acogida fue tan calurosa que mientras mis amigos salían a bailar y de copas, yo me quedaba estudiando porque quería obnubilar más a la gente del pueblo. Fue un flechazo con España. Entonces había reticencia en Inglaterra con la comida española. Mi abuela me decía: ¡Cuidado! ¡Utilizan aceite de oliva!". Aquí la usaban para curar el estreñimiento Recuerdo muy vívidamente mi primer encuentro con Madrid en 1969. ¡Los olores! Madrid no era lo que es hoy. Había calles con todos los artesanos, ¡y las tascas! Después volví a Oxford, me decidí a hacer mi tesis sobre España, y estuve ahí tres años seguidos.

¿Qué le pareció fascinante de este país como para dedicarle la vida? ¿Cómo se ha enfrentado usted a la historia de la España que ha estudiado?

Le dije a María José González, en la cena con Raymond Carr: Lo que pasa en España me preocupa y me afecta igual o más que lo que pasa aquí. No siento frialdad ante España. Ni objetividad, de la que tanto se habla. Si objetividad es dar una de cal y otra de arena, es absurdo: yo creo en la honestidad. Procuro no decir nada sin su documento correspondiente, en este libro, en todos. Pero reacciono. Al estudiar las condiciones de vida de los mineros de Asturias o, más todavía, de los jornaleros del sur, me indignaba y me preguntaba: Cómo es posible, primero, que haya gente viviendo en esas condiciones, y más todavía que hubiera los que se oponían a las reformas para mejorar sus vidas?". Las reformas de la República, denunciadas por la derecha como revolucionarias y como locuras, me parecían humanitarias. Esto me provocó o estimuló una actitud que yo diría ética respecto a lo que estaba estudiando.

Usted se ha ocupado de los personajes, de José Antonio y Franco al Rey Y ahora en 'El holocausto español' habla de las personas de nuestra historia

Después de hacer mi libro sobre Franco, algo que me ha gustado mucho de mi trabajo es poder escribir sobre personas y empatizar con esas personas. Mi mujer piensa que mi mejor libro es Las tres Españas. Muchas mujeres me dicen que el libro que más les gusta es Palomas de guerra. Es que son colecciones de biografías cortas en las que intento simpatizar con la gente. En este último libro, El holocausto español, mi objetivo era simpatizar no ya con nueve figuras o cinco mujeres: es simpatizar con todas las víctimas de la guerra. Cuando salió el libro, alguien escribió en un blog: ¿Qué sabe ese hijo de puta? Es uno de esos ingleses que piensan que los españoles son todos malos. Es todo lo contrario. En ese libro estoy diciendo muchas cosas; primero, que la inmensa mayoría de la población fue víctima de la guerra y que, por supuesto, hay culpables, pero eso de que todos fuimos culpables me parece una chuminada. Hay quienes fomentan el odio. En igualdad de condiciones sé que en Inglaterra no costaría mucho que floreciese el odio si las circunstancias lo hiciesen posible. Quizá aquí haya más tradición de convivencia porque ha habido siglos de prosperidad y eso cambia mucho, pero, en cambio, en España ha habido siglos de hambre.

Sí, hay esa tendencia a decir que todos eran igual de malos

Y es una tesis que prospera entre historiadores serios y merecedores de respeto: todos eran igual de malos, hay una equivalencia de culpa para la guerra civil española Y de la República van sumando los actos de violencia y resulta que había más cometidos por personas de izquierda Eso responde a una metodología estadística que no reconoce la realidad de las circunstancias. Es decir, los propietarios tenían muchísimas armas sin tener que recurrir directamente a la violencia, no tenían que ir y pegar a nadie, los podían destrozar económicamente El gran fallo de esa historiografía de equivalencia es su falta de empatía humana; es no entender lo que supone la desesperación de los obreros que tenían que presenciar una situación en la cual sus hijos morían de hambre o de falta de tratamiento médico.

La construcción del odio contra la República empieza muy temprano. Parece que estaban esperándola para acabar con ella. Desde 1930, al menos.

Entre los equivalentistas están los que aceptan que Franco, sus militares y sus aliados falangistas y carlistas hicieron atrocidades y presentan los desmanes cometidos en la República como su equivalente. Ahí, de entrada, no puede haber equivalencia porque ¿quiénes fomentan los crímenes en la zona republicana? Para ser equivalentes, tendrían que haber sido las autoridades republicanas. Pero no, los más culpables son los anarquistas, que desde mayo del 31 están en contra de la República, los criminales que los anarquistas han soltado de las cárceles. Para los anarquistas, cualquier preso es una víctima de la burguesía, un guerrero de la lucha social. Hay otros elementos, socialistas y comunistas extremos, que tienen odio de clase. Pero con eso el equivalente en la zona rebelde no es Franco, es la chusmaque aprovecha la situación para dar rienda suelta a sus instintos más bajos. El equivalente a Franco y a Mola son Azaña, Prieto o Negrín. ¿Cuál es la diferencia? Azaña, Prieto y Negrín están luchando para acabar con los desmanes. Esto no quiere decir que las víctimas en la zona republicana no sumen una cifra terrible, 50.000. ¡Acojonante! Pero a partir de diciembre del 36, cuando ya tienen las autoridades más control, apenas hay víctimas. ¿Dónde está la equivalencia? Para mí no hay equivalencia entre los que vienen con un plan preconcebido. Algunos dicen que no hay tal plan. Pero simplemente leyendo las declaraciones y los planes previos de Mola...

Da escalofríos lo que usted cuenta sobre la construcción del odio entre nosotros

Ahí habría que añadir el poder de la prensa de entonces. Hoy día es otra cosa, porque se han fragmentado los medios. Pero entonces lo que se repetía constantemente acababa siendo creído. Se fomentó la envidia a partir de las comparaciones económicas; estaba el señoritismo El libro está lleno de citas representativas de la construcción de ese odio Mire lo que dice aquí este señorito, que los señoritos son los verdaderos demócratas porque se follan a las hijas del pueblo. Ya no estamos hablando de la construcción de la envidia, estamos hablando de la construcción del odio. Los responsables realmente son pocos; las víctimas, muchísimas. Ese es el asunto. Si los que decían que lo hacían por patriotismo, para salvar a España, hubieran sido consecuentes, el mismo 18 de julio habrían propuesto un gobierno de coalición con militares. ¡Ni hablar! Ya habían decidido que había que matar a las autoridades republicanas y a los oficiales de los sindicatos La idea de que los fallos de la República, que los hubo, justificaba la matanza me cuesta aceptarla. Por eso a quien dice que, siendo hispanista, uno debe ser totalmente aséptico y frío, le diría que, por supuesto, eso se puede hacer así si no tienes simpatía humana. Y yo la tengo respecto de España.

El asunto Paracuellos. ¿Se le han aclarado las cosas al respecto? ¿Es simbólico de una actuación del ejército de la República?

No. Lo más importante ahí fue el papel de los rusos. Creo que con la versión que yo hago, junto con la versión de Ángel Viñas en el primer tomo de su trilogía, hemos avanzado mucho en el tema. Yo establecí tres etapas: la autorización, la organización y la ejecución. Quizá lo más importante es la autorización. Una cosa es autorizar la evacuación y otra es autorizar la evacuación para que sea exterminio Llevaban semanas hablando de la necesidad de evacuación antes de la creación de la Junta de Defensa. Vete tú a saber si había algunos guiños, pero en general lo que se estaba autorizando era la evacuación. No cabe duda de que cuando los comunistas empiezan a hablar con sus asesores rusos, ellos sí que están pensando en ejecución. Y de los anarquistas tampoco se puede tener muchas dudas porque ya llevan varias semanas sacando gente y matándola. Me sacan de quicio los libros sobre anarquistas en los que todos eran buenísimos. Viene de perlas para cierta literatura de derechas decir que como los anarquistas fueron víctimas de los comunistas tenían que haber sido ángeles. Pero son los anarquistas los que empiezan, son ellos los que hacen la matanza de la cárcel Modelo el 23 de agosto. Y en octubre ya están haciendo sacas. No hay ninguna duda de su actitud.

Sigamos con Paracuellos.

Tenga en cuenta que el Gobierno se va a Valencia y deja una especie de Gobierno autónomo para Madrid, la Junta de Defensa. Se autoriza la evacuación. Miaja no tiene ni idea de cómo formar un gobierno, pero lo hace. Los comunistas le preparan el Ministerio del Interior y el de la Guerra. Los comunistas ya están asesorados por los rusos ysu mentalidad está basada en lo que pasó en la guerra civil rusa. Los que interpretan evacuación como eliminación física son los comunistas y sus asesores rusos. Primer problema: ¿cómo se puede sacar a los presos para evacuarlos o matarlos sin contar con los anarquistas, que son los que controlan las carreteras de salida de Madrid? Por eso el interés del famoso documento que descubrió Jorge Martínez Reverte que revela cómo se hizo el acuerdo entre los elementos comunistas y los anarquistas. Yo diría que la responsabilidad es colectiva de los rusos, de los comunistas y de los anarquistas. No de las autoridades republicanas. Se dice que fue la mayor atrocidad de la República. Por supuesto que lo es, pero no creo que se pueda atribuir al Gobierno de la República.

¿Y la responsabilidad de Carrillo cuál es?

Si volvemos a esa idea de las tres etapas, en la parte de la autorización no tiene ninguna. Hay que ver la Junta de Defensa como un gobierno autónomo. El consejero de Gobernación es Carrillo. Su responsabilidad es organizar además de otras cosas el orden público, y el primer problema de orden público es qué hacer con los presos. Su íntimo asesor es un agente del NKVD (comisariado del pueblo para asuntos internos de la URSS), Iósif Grigulevich, y no hay duda de que este es un asesino, esa es su especialidad. No creo que Carrillo apretara ningún gatillo, pero sí es el responsable principal de la etapa de organización. La implementación o la ejecución la hacen anarquistas, gente del V Regimiento, algunos del NKVD La idea de que Carrillo es el único responsable de Paracuellos es absurda. El titular tendría que ser:Carrillo, uno de los principales quince responsables de Paracuellos. Pero ese titular no es tan eficaz como ¡Carrillo, culpable!".

En España llamó la atención la palabra holocausto en el título de su libro.

Mucho menos de lo que yo pensaba. Si me preguntaran: ¿qué otra palabra pondría? No encontré otra mejor, viendo los orígenes de la palabra, tanto en el diccionario de Oxford como en el de la Real Academia Española. Quizá soy un cándido, pero me parece que todo ese sufrimiento cruento justifica la palabra.

El odio es la base de la guerra. ¿Se acabó el odio?

Es difícil decirlo, sobre todo para alguien que no vive en España. Pero evidentemente hay gente que sigue viviendo del odio, incluso ganando dinero del odio. Veo cosas en Internet que aquí serían ilegales y que allí se dicen; no solo hablo de los que niegan el Holocausto con mayúscula En ese sentido, sí hay odio. Yo digo que el odio es algo fomentado, por un lado, por una situación social, y luego incrementado por la instrumentalización directa y deliberada de algunos pocos. Hoy día ya no hay ese trasfondo social y, por tanto, los que sí intentan fomentar el odio solo los veo desde la derecha. En los años de la guerra había desde extrema izquierda hasta extrema derecha. Hoy día no la veo desde la extrema izquierda, no sé incluso si existe ya una extrema izquierda en España. Yo no la veo. Lo que sí existe es la extrema derecha, que se puede ver mucho en Internet, y eso tiene un eco. Hay un público para eso. Pero que haya un público dispuesto a pasar del odio al exterminio, creo que no, eso no lo hay.
Un hombre, una historia, dos patrias

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Paul Preston nació en Liverpool en 1946 en el barrio de Anfield, donde están los dos estadios de fútbol, el del Everton y el del Liverpool. Allí vivió con sus padres en una casa alquilada, de la que guarda vagos recuerdos. Su madre y él mismo enfermaron de tuberculosis cuando Preston tenía año y medio. A él le curaron, ella murió cuando el historiador tenía nueve años. La mayor parte de su infancia vivió con sus abuelos, de los que afirma que fueron su salvación.

Es doctor en Historia por la Universidad de Oxford y catedrático de Historia Contemporánea española. Además de docente, escribe artículos para diversas publicaciones y ha colaborado con la BBC como comentarista de la actualidad española. Ha dedicado especial atención a la Segunda República y la Guerra Civil.

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